El año de las hipoglucemias

Aquí estamos nuevamente. Teclado en mano y alguna que otra reflexión para contar en esta vida de diabético.

Este año, el 2011, lo denominé el año de las hipoglucemias. La verdad que no es un título demasiado alegre, ¿no? Pero es la verdad.
Volví de Europa, luego de mis 6 meses en Francia, y me reincerté en la coteidaneidad rosarina. Desde hacía enero de 2011, allá en Marsella, que me había puesto como meta ponerme en forma para correr la media maratón de la ciudad de Rosario en mayo.

Motivado empecé a entrenar. Venía de un poco de vagancia deportiva de Europa, mucho queso, vino y chocolate. Con un esquema de NPH muy similar al que usaba antes de irme. Unas 25 unidades por la mañana o otras tantas por la noche.

Y de repente, ahí estaba, entrenando 3 o 4 veces por semana, un poco de tango y demás actividades de la vida cotidiana. Un poco de mambo con el tema de mantener las glucemias a ralla y empezó a suceder. Hipoglucemias.

Pasaba días con glucemias bajas en ayunas, levantarme medio perdido a veces. Mi medidor no funciona demasiado bien en niveles bajos, así que calculo que midió más hipoglucemias de las que realmente tuve. Intentaba equilibrar el asunto modificando la dieta. Agregando un poco más de hidratos, pero no. Siguieron pasando.

Siguieron pasando... y algunas fueron levemente severas. Nada similar a lo de Londres, por suerte estaba bien acompañado y no pasó a mayores. Pero la angustia quedaba. No es lindo estar tanto ahí abajo. Uno entra a estados muy raros. Como de ensoñación. Y ahí dentro, todo parece real, los problemas parecen más presentes y tangibles. No puede salir de ahí en busca de una gaseosa o unos caramelos. Todo resulta vago. El vértigo, el pensamiento errático, las conversaciones sin sentido. Es muy feo pasearse seguido por esos estados, por lo menos así, sin control. Dentro de clases de tango, se me hacía imposible coordinar los pies. Se te van los tiempos del cuerpo. Todo resulta difícil, el humor escacea y la gente no sabe por qué. ¿Qué le pasará a este? Lo peor es que no podía darme cuenta que estaba en hipoglucemia. Ese es el gran problema, que no llegue a conciencia un síntoma indudable de que uno está en ese estado. Esto es lo que más miedo me dio.

De a poco comencé a bajar la dósis de NPH, subir la ingesta. Pasado el invierno ya estaba todo más sereno. Hoy uso unas 21 unidades de día y de noche y menos aún si el entrenamiento fue extremo. Un 20% menos de insulina por día. Un numerito a tener en cuenta. Mi glicosilada anda un lujo, me hice un checkeo full del corazón y estoy de maravillas.

En fin, no hay muchos secretos. Hay que controlarse más, ir ajustando esquemas y tratar de estar altos en los momentos de desajustes. No suponer nada en situaciones nuevas o fuera de lo normal. La angustia aflora estando ahí abajo, el acostumbramiento aplaca los síntomas y es como una bola que no para.
A cuidarse pues!

-chafas-

Un gran cariño a mi gran apoyo en mi vida. ¡Te quiero mucho Ju! =) y gracias...

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